Todos conocemos el dicho del vaso medio lleno o medio vacío, es decir, según el momento o las circunstancias de quien lo mire, la perspectiva puede cambiar, y sin embargo es la misma realidad, un vaso a la mitad.
¿Cómo es posible que de una misma realidad podamos tener una visión positiva o negativa?
Podemos tener diferentes perspectivas de una misma situación debido a la gestión de nuestros pensamientos.
¿Y qué entendemos por pensamientos?
Nuestros pensamientos son ideas generadas por palabras, por símbolos y conceptos. Son creencias que construimos de manera individual en relación a determinadas experiencias, son nuestro mapa o esquema del mundo que nos rodea, la interpretación de los estímulos que percibimos.
Por ejemplo, si voy paseando por la calle y me cruzo con una persona que me sonríe, puedo interpretar que es una persona agradable, que me sonríe como un gesto amable, aunque también podría interpretar que me sonríe con alguna intención, incluso quizás para acercarse y pedirme algún favor.
La forma de interpretar la realidad dependerá de nuestro filtro o enfoque, de nuestra tendencia o patrón de pensamiento, en un continuo que puede estar más marcado hacia un estilo positivo o un estilo más negativo, que a su vez condicionará nuestras emociones y acciones.
¿Podemos evitar tener pensamientos negativos?
La mente está activa continuamente, su trabajo es interpretar la realidad y el entorno para adaptarnos a él de la mejor manera posible. Los pensamientos tienen una función, por ello, no se trata de evitar o alejar esos pensamientos negativos, sino el trabajo consiste en identificar en primer lugar si los pensamientos llegan a ser tóxicos, si nos resultan desagradables, si nos limitan e incapacitan y ser conscientes de qué información nos transmiten, para poder modificarlos.
¿Cómo identificamos un pensamiento negativo?
Un pensamiento es negativo cuando empieza a no ser funcional, cuando se vuelve incapacitante y limitante, cuando aparece con mucha frecuencia (pensamientos rumiativos), de manera intensa o tienen una duración alta en el tiempo.
Por ejemplo, si hemos discutido con el jefe o con un amigo, y nos enredamos en lo que ha pasado una y otra vez, sin llegar a buscar una solución, corremos el riesgo de que cada vez se haga más repetitivo e intenso, generando malestar emocional, irritabilidad o frustración. Esto es un pensamiento negativo.
¿Se puede cambiar la tendencia de pensamiento negativo?
Es completamente posible. Al igual que entrenamos cualquier músculo de nuestro cuerpo, podemos entrenar también el cerebro para mejorar su funcionamiento. Requiere constancia y entrenamiento. No hay una fórmula mágica, pero si es interesante saber que podemos cambiar las conexiones neuronales, que activan nuestros pensamientos y generar nuevas rutas y alternativas más productivas. Es lo que conocemos como neuroplasticidad o plasticidad neuronal.
¿Y cómo lo conseguimos?
El trabajo, requiere constancia e implicación consciente. Podríamos hablar de esto horas, pero a modo resumen, decir que existen diversas actividades y técnicas para identificar el patrón de pensamiento, las creencias irracionales o limitantes y reducir la frecuencia e intensidad, dando paso a otros pensamientos más productivos o positivos. Estas actividades pueden ser practicar alguna actividad física, mindfulness o meditación, reestructuración cognitiva, confrontación mediante preguntas…etc
Se pueden hacer prácticas de manera personal o consultar con un profesional para trabajar más profundamente y aumentar el bienestar.
Podemos empezar a identificar nuestro discurso interno y poner alternativas. Por ejemplo, no tengo ganas de madrugar, pero voy a desayunar algo delicioso; Esta semana se va mi chico de viaje, pero podré aprovechar para ver esa película que a él no le gustaba…
Nosotros decidimos si hacer de una situación un problema o un reto/desafío.